Los temperamentos capaces de virtud difieren por su intensidad. El primer germen de perfeccion moral se manifiesta en una decidida preferencia por el bien: haciendolo, enseñandolo, admirandolo. La bondad es el primer esfuerzo hacia la virtud; el hombre bueno, esquivo a las condescendencias permitidas por lo hipocritas, lleva en si una particula de santidad. El «buenismo» es la moral de los pequeños virtuosos; su predica es plausible, siempre que enseñe a evitar la cobardia, que es su peligro. Algunos excesos de bondad no podrian distinguirse del envilecimiento; hay falta de justicia en la moral del perdon sistematico. Esta bien perdonar una vez y seria inicuo no perdonar ninguna; pero el que perdona dos veces se hace complice de los malvados.
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