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Doce pasos (Los casos del ingenioso Aquilino)

El invierno de Buenos Aires estaba más nebuloso de lo habitual, más londinense. Las tres muertes en el barrio de San Telmo eran una cifra más de la trágica estadística que padece la metrópoli. Para el agente Berni, jefe de policía de la ciudad, la pavorosa serie no era una casualidad. En los pasillos de la fuerza policial había rumores de su dimisión de no encontrarse una respuesta rápida al enigma.

El primer martes de Julio una mujer de cuarenta años de edad se arrojó en las vías del tren, a la salida del túnel ferroviario que une los barrios de La Boca y San Telmo, justo antes que pasará la formación que circula por ese tramo todas las noches a las 22:40 hs.  De ella se sabía que era madre soltera y que tenía un hijo con severos problemas de salud que necesita someterse a una costosa operación para sobrevivir.

Una semana después de aquel fatal episodio, el exitoso empresario Figlio Cuca recibió un disparo en la cabeza a sólo tres metros de las vías donde la señora de las cuatro décadas había perecido. Figlio Cuca padecía de avaricia, tenía una nefasta obsesión por el dinero. La primera hipótesis supuso un ajuste de cuentas, sin embargo no se encontraron pruebas para progresar en esa línea de investigación. No se halló el arma criminal y los peritos infirieron que se trataba de una pistola nueve milímetros con balas huecas, que se usan para magnificar el daño, y que la muerte se produzco entre las 22:30 y las 23:00 hs.

Como era previsible, la tercera muerte misteriosa sucedió exactamente siete días después y casi al mismo horario, aunque esta vez fue a dos kilómetros de distancia del lugar donde ocurrieron los otros decesos. La inesperada variación geográfica hizo estéril el esfuerzo de Berni de prevenir la nueva muerte.  Había montado un importante operativo en las inmediaciones del túnel ferroviario en el día y la hora que la serie indicaba, sin embargo, la muerte se manifestó en el siguiente túnel ferroviario. Un joven se tiró en las vías y la locomotora lo arrolló sin siquiera notarlo. Juan Pablo Pasos tenía 23 años y era adicto a la cocaína, en dos ocasiones fue encarcelado por robar para financiar su vicio. Sus familiares declararon que desde hacía un año trabajaba de manera estable en una curtiembre y que había superado su adicción.

Agotadas las etapas tradicionales de investigación, Berni no tenía ni una sola pista para esclarecer los casos y estuvo obligado a recurrir al polémico investigador Aquilino Pena. Debió estar realmente muy desesperado, ya que el propio Berni inició un sumario contra Aquilino respecto de su metodología de trabajo que rara vez se ajusta al código procesal. Aquilino es un joven integrante del departamento de investigación que tomó notoriedad por ayudar a resolver casos resonantes gracias a sus extraordinarios conocimientos de informática. Sus compañeros de trabajo comenzaron a referirse a él como “el nuevo Sherlock Holmes”, menos por halago que por envidia. El mote es parte de una maniobra colectiva para cagarle un lastre que desacredite sus cualidades, el día que suceda su primer fracaso. Parece que Aquilino le resta importancia a esta cuestión, a decir verdad, no le importan los asuntos usualmente considerados relevantes. Es soltero y vive en una enorme casa en el barrio de Palermo que solía ser una hostería en la década del sesenta. Le gusta estar solo, aunque prefirió relajar su apego a la soledad que vivir en un monoambiente y aceptó afrontar los gastos de su vivienda con cuatro compañeros con los que comparte la lujosa casona. Estudió informática en la universidad apenas un año, lo expulsaron por vulnerar la computadora personal del rector y divulgar un video erótico que protagonizaba con su secretaria. Su hito más reconocido fue hackear el sistema de seguridad del departamento de defensa de la Nación para modificar los datos biométricos de un político de renombre. El funcionario fue demorado en la aduana por tener el mismo registro digital que un narcotraficante con pedido de captura internacional. En ninguna de sus aventuras fue descubierto, por el contrario, se las auto adjudicó con cierto grado de egocentrismo o ingenuidad. Su fama y talento lo obligaron a elegir entre la cárcel o adherir al grupo de investigación de las fuerzas especiales de Buenos Aires.

El método de investigación de Aquilino es novedoso y no teme en contarlo porque asocia los secretos con la inseguridad intelectual. Sostiene que las personas tienen dos vidas: una real y una virtual. La segunda tiene muy poco de veracidad, sin embargo los criminales tienen una extraña costumbre (quizá una obligación) de revelar algo de su vida real en el mundo virtual. La estrategia de Aquilino es encontrar la intersección de las dos vidas y el caso estará resuelto.

Es experto en recuperar información borrada de dispositivos electrónicos,  utiliza sofisticados algoritmos que el mismo ideó y un viejo servidor que rehúsa actualizar para que el proceso demore más de lo necesario, asegura que las cosas bien hechas demandan tiempo. Tal vez le teme al tiempo, ¿cómo no temer a algo predecible e incontrolable?

Suele esperar los resultados de sus programas recostado en un antiguo sofá estilo señorial que adorna su amplia habitación, mientras ingiere trufas alucinógenas. Las setas prohibidas o el cariño, son la excusa que justifican dos visitas anuales a su hermano Roque quien se refugia en una aldea auto sustentable de Capilla del Monte. Esos días de retiro al pie de las sierras cordobesas con ocupados por interminables charlas, casi siempre sobre filosofía y literatura, en las cuales las ideas presentadas con argumentos convincentes devienen en dudas existenciales que disparan nuevas charlas.

Pasados siete días de investigación, Aquilino citó a Berni en una cafetería del barrio de Villa Lugano con la promesa de informar novedades concluyentes. La lejanía del lugar escogido para la reunión incomodó al jefe policial, pero estaba demasiado ansioso por escuchar al joven investigador que evitó los reproches.

-Reconozco que ha costado bastante, pero finalmente averigüé lo sucedido con las tres muertes que lo tienen tan preocupado -dijo Aquilino con un aire de superioridad.

-¡No des vueltas y contame todo lo que sabes! -respondió Berni con voz fuerte, fiel a su carácter autoritario.

-Debemos prepararnos, porque el psicópata tiene todo preparado para volver a jugar esta noche. Aunque no imagina que esta vez habrá un tercer jugador que arruinará su macabra diversión.

-La verdad no entiendo nada de lo que decís -agregó Berni, esta vez con más respeto porque entendió que no ganaba nada siendo hostil con Aquilino.

-Está bien, voy a explicarlo desde el principio, pero debe prometer que confiará en mi teoría e iremos a detener a ese loco esta misma noche. No quiero ser cómplice de una nueva muerte.

-No puedo prometer nada, si no me explicas de lo que estás hablando seguiremos perdiendo el tiempo  -dijo Berni apelando a la poca paciencia que le quedaba.

-Estuve trabajando casi sin dormir desde aquel día en que nos reunimos. Con los dispositivos electrónicos hice lo de costumbre, recupere la información borrada del disco rígido de la computadora de Figlio Cuca y de los teléfonos personales de la mujer y de Juan Pablo Pasos. Ahora que lo pienso, con ese apellido, el chico estaba destinado a morir de esa manera-.

Aquilino adopta una postura particular mientras piensa,  coloca el codo de la mano izquierda sobre la mesa, cierra su puño apretando el dedo pulgar con los restantes dedos y lo apoya sobre su boca,  dirige su miraba hacía el piso con los ojos bien abiertos y se queda en absoluto silencio. La expresión del rostro de Berni era de absoluto desconcierto, sin embargo no quiso interrumpir el confuso relato de su subordinado. Aquilino prosiguió diciendo, -es mucho más fácil encontrar un patrón que se repite en varios archivos digitales que descubrir algo relevante en un único registro digital. En este caso, el factor común en los tres dispositivos electrónicos analizados eran chats con un usuario apodado “GAS”.

-¿GAS-? Repitió Berni intentando encontrar sentido a esa palabra.

-Sí, ge a ese, GAS –confirmó Aquilino. -En todos los casos las conversaciones fueron cortas y cautelosas, la promesa de GAS era ganar mucho dinero.  Según sus propios dichos lo único que se necesitaba era tener coraje. Las tres víctimas fueron invitadas a diferentes cafés de la ciudad para recibir los detalles. A juzgar por los resultados, todas aceptaron el convite.

Berni oía atentamente sin quitar su mirada del rostro pálido y huesudo de Aquilino, no obstante, su ignorancia respecto del desenlace del relato era total.

-Cuando leí las conversaciones estaba seguro que GAS era el responsable de las muertes. Seguramente usted ya dedujo que la única variable que une los tres casos, además de que sus protagonistas están muertos, es el dinero, ¿verdad? -Preguntó Aquilino como poniendo a prueba a Berni. El viejo jefe policial dudaba entre golpear al joven o seguir escuchándolo, hizo un esfuerzo muy grande para contenerse y sin decir una palabra respondió con la mirada. Aquilino entendió perfectamente el mensaje e ignoró el episodio, disfrutaba de su rol protagónico en aquella escena.

-Como le decía, a esa altura ya sabía que GAS estaba detrás de las muertes y que las víctimas habían sido engañadas por su necesidad de obtener dinero. El asunto era averiguar quién era GAS y cómo hacer para atraparlo.

Para la segunda parte de la investigación utilice mi algoritmo de búsqueda relacional “Deep Search”,  sin caer en la arrogancia debo decir que el programa que he creado es realmente muy poderoso. Como datos de entradas utilicé las palabras claves “muerte”, “dinero”, “GAS” y “tren”.  Descarté la palabra “suicidio” porque a menor cantidad de datos ingresados más precisos son los resultados, además era difícil suponer que nuestros casos se tratasen de suicidios.

No quiero aburrirlo con demasiados detalles, pero necesito explicar lo suficiente para que comprenda las decisiones que tomé durante la investigación. El programa demoró diez horas en arrogar resultados, seguramente mis compañeros ya le contaron lo que suelo hacer mientras espero que un proceso termine; pero esta vez estaba tan ansioso que me la pase mirando los mensajes del programa en el monitor de la computadora. Examiné cada uno de los resultados, descarté los irrelevantes y finalmente di con la respuesta buscada: Georges Arthur Surdez, cuya abreviatura es “GAS”.

¿Sabe usted quién es Georges Arthur Surdez? –pregunto Aquilino.

-No tengo la menor idea. Lo único que espero es que no me estés haciendo perder la mañana, querido Aquilino.

-Tranquilo, las cosas no pueden entenderse hasta que son conocidas en su totalidad y desgraciadamente los humanos tenemos la manía de ser ansiosos. El señor Georges Arthur Surdez fue un escritor Suizo que en 1937 escribió un cuento corto sobre un juego de muerte. Surdez pasó a la inmortalidad por ser el creador de la “ruleta rusa”.

-Sigo sin entender-. Interrumpió brevemente el jefe policial.

-Esa es la clave que necesitaba, un extraño que utiliza como pesudonimo las iniciales del creador del juego de muerte más conocido de la historia. Estaba claro, al menos para mí, que nuestros casos se trataban de un juego de muerte organizado por un fanático y jugado por personas desesperadas por el dinero. La madre necesitaba el dinero para pagar el tratamiento de su hijo, Figlio Cuca estaba enfermo por ganar dinero fácil y al pobre Juan Pablo le urgía comprar su droga. Es muy obvio también, que las muertes que estamos investigando no encajan con el conocido juego de la “ruleta rusa”.

Ahondé la investigación sobre el escritor Surdez y encontré el archivo digital de un cuento inédito donde describe otro juego de muerte denominado “doce pasos”. Creo que utilizar “tren” como palabra clave de entrada al programa de búsqueda ayudó a descubrir esta perlita, pero esto es un simple detalle técnico. No fue difícil deducir que nuestro malvado GAS es un fanático del juego “doce pasos” ideado por Georges Arthur Surdez-.

El oficial Berni se paró e increpó a Aquilino. -¡Hasta aquí hemos llegado!, no voy a tolerar que sigas jugando al misterio, los próximos cinco minutos son tu última oportunidad de aclarar semejante maraña de deducciones.

-Qué lástima que se ponga así jefe, esta noche cuando atrapemos a nuestro hombre, se va a arrepentir de no haber escuchado más detalles de tan astuta investigación. De todos modos, cinco minutos son más que suficientes porque estamos llegando al desenlace-. Aquilino se mostraba tan seguro de su teoría que Berni optó por volver a sentarse para seguir escuchando.

-En el juego de los doce pasos se necesitan dos participantes y un maletín con dinero colocado entre los durmientes que separan las vías del ferrocarril. El primer jugador, llamado “corredor”, se sitúa a doce pasos de distancia de las vías y debe correr lo más rápido posible para recoger el maletín. La dificultad radica en que la orden de comienzo del juego la recibe instantes antes que el tren pase sobre el maletín. Si lo logra, gana el juego y se lleva el dinero como premio, en caso contrario literalmente muere en el intento. Puede suceder que el corredor se acobarde y detenga su marcha para impedir ser embestido por el tren, cediendo su turno al segundo jugador denominado “tirador”. Para ganar el juego y quedarse con el premio, el tirador debe disparar por la espalda al corredor con un arma de fuego. Si no es capaz de hacerlo,  ambos jugadores pierden el juego. Este ingenioso y tétrico juego explica claramente las tres muertes que estamos investigando-.

A Berni lo invadía una mezcla de asombro con felicidad. Le pidió a Aquilino que siguiera hablando.

-El último paso de la investigación fue contactar a GAS para que me invite a participar de su fatal juego. Averigüé que tanto la mujer como Juan Pablo Pasos habían solicitado dinero en una financiera del centro porteño. Mis sospechas eran que GAS tenía acceso a los datos de personas sin respaldo financiero que pedían préstamos de dinero a cambio de tasas de interés usureras. Me presenté en la financiera con identidad falsa y una historia conmovedora para solicitar una suma de dinero que jamás nadie me hubiese prestado. Mis sospechas fueron atinadas, 48 hs después recibí el primer correo electrónico. Luego de un intercambio de correos, pasamos a conversaciones por chat y finalmente llegó la invitación de GAS para vernos personalmente. El encuentro ocurrió hace dos horas, en esta misma cafetería.

-¡Eres un irresponsable! -dijo Berni con tono enojado. Aquilino hizo una pausa y con la mirada amenazó con irse. Berni aprovechó el silencio para recapacitar y reconocer que el joven había hecho un trabajo impecable.

-Ya tendremos tiempo para conversar sobre tu manera de proceder. Dime en que quedaron con ese delincuente.

-Esta noche a las 22 hs me esperará en el túnel ferroviario del barrio de San Telmo para jugar a los doce pasos. Escogí ser corredor, el tirador será un quinielero cordobés.

GAS me confesó detalles del juego que podría calificar de brillantes, de no tratase de tan aberrante causa. Escoge la salida de un túnel para evitar que el maquinista vea al corredor acercarse y frene el tren, acción que le otorgaría una ventaja inmerecida.  El jugador puede elegir a cuantos pasos de distancia de las vías comenzar el juego hasta un máximo de doce. Por cada paso que se aleja de la vía el dinero se duplica,  paga mil dólares por el primer paso. Me aseguró que casi todos los corredores escogen comenzar desde los doce pasos ¿Es lógico, no-? Berni oía el relato en silencio y más atento que antes.

-Lo atrapante del juego es la heterogeneidad de sus jugadores. El corredor es valiente,  arriesga su vida por una causa que considera trascendental. En cambio el tirador es cobarde, especulador, sacia su avaricia a costa del fracaso ajeno, es un asesino.

Le pregunté a GAS si alguna vez había jugado a los doce pasos, me contestó que nunca nadie le había hecho esa pregunta. No repregunté para evitar sospechas-.

Berni y Aquilino concluyeron la reunión luego de definir los detalles del operativo. Esa noche en las adyacencias de las vías, el asunto se resolvió velozmente, GAS quedó expuesto y los policías lo atraparon sin necesidad de ejercer violencia. Es probable que no pase mucho tiempo encerrado, al fin y al cabo los jugadores participaban voluntariamente de su juego. Aquilino sabe que es un enemigo que pronto enfrentará nuevamente.

Cuando se lo llevaban esposado pasó por delante de Aquilino y le dijo, -la respuesta a tu pregunta es… sí, he jugado.

-¡Eres un cobarde tirador!-, le gritó el detective.

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