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El Hombre Mediocre (sobre la Aristocracia del Mérito)

Un régimen donde el mérito individual fuese estimado por sobre todas las cosas, sería perfecto. Excluiría cualquier influencia numérica u oligarquía. No habría intereses creados. El voto anónimo tendría tan exiguo valor como el blasón fortuito. Los hombres se esforzarían por ser cada vez más desiguales entre sí, prefiriendo cualquier originalidad creadora a la más tradicional de las rutinas.

Sería posible la selección natural y los méritos de cada uno aprovecharían a la sociedad entera. El agradecimiento de los menos útiles estimularía a los favorecidos por la naturaleza. Las sombras respetarían a los hombres. El privilegio se mediría por la eficacia de las aptitudes y se perdería con ellas.

Transparente es, pues, el credo que en política podría sugerirnos el idealismo fundado en la experiencia.

Se opone a la democracia cuantitativa que busca la justicia en la igualdad: afirmando el privilegio en favor del mérito.

Y a la aristocracia oligárquica, que asienta el privilegio en los intereses creados, se opone también: afirmando el mérito como base natural del privilegio.

La aristocracia del mérito es el régimen ideal, frente a las dos mediocracias que ensombrecen la historia. Tiene su fórmula absoluta: «la justicia en la desigualdad».

José Ingenieros (El Hombre Mediocre, página 209, Editorial Terramar: ISBN 978-1187-11-4)

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