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Sin Armas ni Rencores – El robo al banco río contado por sus autores – Rodolfo Palacios

Los fracasos terminan siendo a medida de los sueños. Grandes sueños, grandes fracasos. Y estos pistoleros tenían un gran sueño. Estuvieron a punto de cumplirlo. En todo este tiempo dicen que han aprendido tres lecciones. Una: no existe el plan perfecto. Dos: es más fácil robar un banco que guardar un secreto. Tres: no hay que confiar en las mujeres.

Rodolfo Palacios (Sin armas ni rencores, página 31, Editorial Planeta, ISBN: 978-950-49-4243-6)

La virtud que se sabe virtud se anula

Rodolfo Palacios (Sin armas ni rencores, página 88, Editorial Planeta, ISBN: 978-950-49-4243-6)

Así hablaba el líder. Por entonces leía los conceptos de Kierkegaard, quien decía que el bien más alto para el ser humano era encontrar la vocación. «Debo encontrar una verdad que sea verdadera para mí. La idea por la que pueda vivir o morir». La verdad del líder era cometer un robo inolvidable.

Rodolfo Palacios (Sin armas ni rencores, página 103, Editorial Planeta, ISBN: 978-950-49-4243-6)

Era capaz de vivir un fin de semana lúdico y lujurioso entre excesos y señoritas, y luego usar los cinco días de la semana para entrenar seis horas diarias, comer alimentos sanos y tomar agua mineral. Le divertía esa dicotomía, navegar entre lo malo y lo bueno, lo rico y lo pobre, lo permitido y lo prohibido, lo duradero y lo efímero, lo bello y lo feo, lo oscuro y lo lumínico, lo legal y lo ilegal.

Rodolfo Palacios (Sin armas ni rencores, página 220, Editorial Planeta, ISBN: 978-950-49-4243-6)

Se habían conocido en la cárcel. Y era en ese lugar donde se despedían. A la realidad le gustan las simetrías, decia Borges.

Hay finales que caen como estrellas caídas. En el descenso dejan de hacer destellos. Desaparecen. Otros son confusos y lentos como la neblina. Pero siempre llegan. Se los puede dilatar, anticipar, desear, odiar o negar. Pero llegan y no hay nada que hacer con eso. Los finales borran algo. Ese algo no puede ser recobrado ni con el hechizo de un brujo maldito que intente desbaratar, como un profeta de la sensibilidad, la cadena de meleficios que rodea los desdichados. Esos que se preguntan cómo esquivar la tristeza infinita que se les viene encima como un piano que cae del décimo piso. Y nunca se sabrá de dónde viene esa tristeza que llega, puntual y pronosticada.

Rodolfo Palacios (Sin armas ni rencores, página 411, Editorial Planeta, ISBN: 978-950-49-4243-6)

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