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Discusión

En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidato responde que será reprobado… Ya se presiente la infinita continuación.

Jorge Luis Borges (1932, Discusión, Obras Completas III, página 322, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3492-9)
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Historia del tango (Evaristo Carriego, capítulo XI)

Nuestro pasado militar es copioso, pero lo indiscutible es que el argentino, en trance de pensarse valiente, no se identifica con él (pese a la preferencia que en las escuelas se da al estudio de la historia) sino con las vastas figuras genéricas del gaucho y del compadre. Si no me engaño, este rasgo instintivo y paradójico tiene su explicación. El argentino hallaría su símbolo en el gaucho y no en el militar, porque el valor cifrado en que aquél por las tradiciones orales no está al servicio de una causa y es puro. El gaucho y el compadre son imaginados como rebeldes; el argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción(1); lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano. Aforismos como el de Hegel «El Estado es la realidad de la idea moral» le parecen bromas siniestras.
(1) El Estado es impersonal: el argentino sólo concibe una relación personal. Por eso, para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo un hecho, no lo justifico o disculpo.

Jorge Luis Borges (1930, Historia del tango – Evaristo Carriego (capítulo XI), Obras Completas III, página 137, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3492-9)
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El truco (Evaristo Carriego, capítulo IV)

La habitualidad del truco es mentir. La manera de su engaño no es la del póker: mera desanimación o desabrimiento de no fluctuar, y de poner a riesgo un alto de fichas cada tantas jugadas; es acción de voz mentirosa, de rostro que se juzga semblanteado y que se defiende, de tramposa y desatinada palabrería. Una potenciación del engaño ocurre en el truco: ese jugador rezongón que ha tirado sus cartas sobre la mesa, puede ser ocultador de un buen juego (astucia elemental) o tal vez nos está mintiendo con la verdad para que descreamos de ella (astucia al cuadrado). Cómodo en el tiempo y conversador está el juego criollo, pero su cachaza es de picardía. Es una superposición de caretas, y su espíritu es el de los baratijeros Mosche y Daniel que en mitad de la gran llanura de Rusia se saludaron.

— ¿Adonde vas, Daniel? –dijo el uno.

—A Sebastopol –dijo el otro.

Entonces, Mosche lo miró fijo y dictaminó:

—Mientes, Daniel. Me respondes que vas a Sebastopol para que yo piense que vas a Nijni-Novgórod, pero lo cierto es que vas realmente a Sebastopol. ¡Mientes, Daniel!

Jorge Luis Borges (1930, El truco – Evaristo Carriego (capítulo IV), Obras Completas III, página 110, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3492-9)
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El idioma de los argentinos

Elijamos el problema conversadísimo de si el nombre sustantivo debe posponerse al nombre adjetivo (como en los idiomas germánicos) o el adjetivo al sustantivo, como en el español. En Inglaterra dicen obligatoriamente a «brown horse», un colorado caballo; nosotros, obligatoriamente también, posponemos el adjetivo. Herbert Spencer mantiene que la costumbre sintáctica del inglés es más servicial y la justifica así: Basta escuchar la voz «caballo» para imaginarlo y así después nos dicen que es colorado, esta añadidura no siempre se avendrá con la imagen de él que ya prefiguramos o tendimos a preformar. Es decir, deberemos corregir una imagen: tarea que la anteposición del adjetivo hace desaparecer.»Colorado» es noción abstracta y se limita a preparar la conciencia.

Los contrarios pueden argumentar que las nociones de caballo y de colorado son parejamente concretas o parejamente abstractas para el espíritu. La verdad, sin embargo, es que la controversia es absurda: los símbolos amalgamados «caballo-colorado» y «brown-horse» ya son unidades de pensamiento.

¿Cuántas unidades de pensamiento incluye el lenguaje? Esta pregunta carece de posibilidad de contestación. Para el jugador, son unidades las locuciones ajedrecísticas «tomar al paso, enroquelargo, gambito de dama, peón cuatro rey, caballo rey tres alfil»; para el principiante, son verdaderasoraciones de intelección gradual.

El inventario de todas las unidades representativas es imposible; su ordenación o clasificación lo es también.

Jorge Luis Borges (1928, El idioma de los argentinos, páginas 140-141, Sudamericana: ISBN 978-950-07-3491-2)
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Jactancia de Quietud

Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que meteoros

La alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo.

Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera entenderlos.

Su día es ávido como el lazo en el aire.

Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer.

Hablan de humanidad.

Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria.

Hablan de patria.

Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada,

la oración evidente del sauzal en los atardeceres.

El tiempo está viviéndome.

Más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantada codicia.

Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana.

Mi nombre es alguien y cualquiera.

Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar.


Jorge Luis Borges (1925, Luna de enfrente, Obras Completas I, página 212, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3489-9)
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Inquisiciones

El yo no existe. Schopenhauer, que parece arrimarse muchas veces a esa opinión la desmiente tácitamente, otras tantas, no sé si adrede o si forzado a ello por esa basta y zafia metafísica – o más bien ametafísica -, que acecha en los principios mismos del lenguaje. Empero, y pese a tal disparidad, hay un lugar en su obra que a semejanza de una brusca y eficaz lumbrerada, ilumina la alternativa. Traslado el tal lugar que, castellanizado, dice así:

«Un tiempo infinito ha predecido a mi nacimiento; ¿qué fui yo mientras tanto? Metafísicamente podría quizas contestarme: Yo siempre fui yo; es decir, todos aquellos que dijieron yo durante ese tiempo, fueron yo en hecho de verdad».

Jorge Luis Borges (1925, Inquisiciones, Obras Completas I, página 140, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3489-9)
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Tlon, Uqbar, Orbis Tertius – El jardín de senderos que se bifurcan

… los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres.

Jorge Luis Borges (1941, Tlon, Uqbar, Orbis Tertius – El jardín de senderos que se bifurcan, página 107, Sudamericana: ISBN 950-07-0587-7)
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Ascasubi – Inquisiciones

Difícil cosa es que un hombre invente a la vez la forma y la belleza de esa forma …. Muchos confunden lo asombroso y lo nuevo, siendo suceso extravagante que entrambos se presenten en una misma obra artística, pues la novedad nunca es áspera y en su principio muestra humilde impureza…

Jorge Luis Borges (1925, Ascasubi – Inquisiciones , páginas 105 y 106, Sudamericana: ISBN 978-950-07-3489-9 )
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La traducción de un Incidente – Inquisiciones

La amistad une; también el odio sabe juntar.

Jorge Luis Borges (1925, La traducción de un Incidente –  Inquisiciones , página 68, Sudamericana: ISBN 978-950-07-3489-9 )