Categorías
Textos Subrayados

El neceser de la ociosidad

Me gusta lo difícil; nada más difícil que el ocio; me gusta el ocio. Pero estoy despectivamente sospechado de trabajar, o al menos de ejecutar un ocio perezosamente ensayado. Hay que serlo y parecerlo; sólo se cree en el del rico, porque se ve su abrumador utilaje, el peso de su complicado y enrevesado palacio, donde el obtener un vaso de agua requiere el zapateo atropellado de cuatro escaleras, dos ascensores, tres campanillas triples, una airada reprimenda del mayordomo a tres mucamos y de la señora al mayordomo.
El desocupado se quejó de exceso de horario, pero antes lo había hecho el rico pensando en el obligado Mar del Plata, el viaje a Europa, los conferencistas, el tedio del largo abono al Colón, el hospedaje al príncipe, la confección de gauchos para la exhibición de la estancia, las menudas interminables «cuentas» del administrador.
Para que mi ocio sea creído, no viéndoseme en las fatigas del rico pues al pobre nadie se toma el trabajo de creerle su ocio-daré pronto un gran volumen que tiene ya nacido el Título (el mejor título, el esperado, es decir el de prometer libro) y algo del cuerpo; tengo ya clientela hecha para mis promesas de obras, no sólo porque las cumplo con volver a prometerlas sino porque no las cumplo de otro modo y mi descansada clientela sólo en mí halló este descanso, y no se me va. Se estudiará en él: «El utilaje del desocupado», «El neceser del escruchante», «Dónde está y dónde no está el Ocio», «Dónde no ver trabajar», «El maniquí para homicidios», «La corbata del ahorcado».
Con estos datos ya se ve que puédese anunciar con confianza mis estudios; no fallará su incumplimiento.

El neceser de la ociosidad (Macedonio Fernández, página 127, editorial Corregidor, ISBN: 978-950-05-1181-0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


*