Por fin mis ojos ciegos dejan de ver
y la gota que cae en la clepsidra,
cae para siempre.
Por fin el tiempo se vuelve tiempo
y el laberinto se desvanece.
Ya no hay soledad ni tinieblas ni libros.
Ahora soy esa palabra ejecutada hace tiempo,
esa palabra que por fin me hace infinito.
Ahora soy el fue y el será y el es cansado de Quevedo.
Soy ese tigre y todos los tigres,
y Macedonio Fernández y Cansinos Assens.
Y el espejo inútil.
Por fin, soy esa espada de silencio que me va callando.