Este libro no es otra cosa que una compilación. Las piezas fueron escribiéndose para diversos moods y momentos, no para justificar un volumen. De ahí las previsibles monotonías, la repetición de palabras y tal vez de líneas enteras. En su cenáculo de la calle Victoria, el escrítor -llamémoslo así- Alberto Hidalgo señaló mi costumbre de escribir la misma página dos veces, con variacíones mínimas. Lamento haberle contestado que él era no menos bínario, salvo que en su caso particular la versión primera era de otro.
El Hacedor – Epílogo
Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.
El Hacedor – Epílogo (Jorge Luis Borges, páginas 114, editorial Sudamericana, ISBN: 978-950-07-3497-4)
Todo y Nada – Textos Selectos
La única forma de terminar con el Capitalismo engreído sería declarar a un hombre propietario de todo lo que hay en el mundo, y a todos los hombres sus inquilinos. Entonces ese individuo se moriría de rabia al no poder canallear, ni ganar nada con destruir una cosecha de café o tabaco o viñas. Y por un segundo acto declararía dueños a todos, para poder volver al deleite de robarlos y usurearlos.
Pero me es más repugnante el individuo que al mismo tiempo que es dinerista es político. Los millonarios desdeñan ser presidentes o reyes o ministros; los consideran como parte del servicio doméstico, desdeñan echar discursos moralizantes. Lo repugnante es el presidente o ministro que trafican, dirigen sociedades anónimas.
Lo que quiérese hoy es Vivir Otra Cosa. Ya hemos vivido el urbanismo, el maquinismo, el gubernismo, el religiosismo, el cientificismo, el arte casi totalmente académico, la humanidad en acumulaciones, el Presidente por electoralismo y para el electoralismo o Presidente Gobernado, el ultracapitalismo, el comunismo, el totalitarismo con o sin libertad de esfera no-económica. Lo que no nos han dejado vivir es la Dispersión humana. la soledad relativa. la naturaleza, la familia.
La Huminidad de la Fiesta Pobre hacia la Fiesta Perfecta (Textos Selectos, Macedonio Fernández, página 302, editorial Corregidor, ISBN: 978-950-05-1181-0)
No sabría decir todavía, qué es más asombrosamente infinito, menudo, prolijo, si lo que se puede saber o lo que se puede ignorar. A los setenta años de tomar mates todos los días, no encuentro la solución que mi garganta me pide para el sorbo perfecto de tisana de yerba; no sé si me falta una algo diferente yerba, una colocación más apretada o floja de ella, una bombilla más corta o larga o estrecha, una temperatura más o menos caliente, una dirección dentro de la boca del sorbo salido de la bombilla, un sorbo más grande o más pequeño, o casi quemante, etcétera. Lo único que me falta, es haber nacido sabiendo todo esto, congénitamente.
Que se pueda saber la edad de un árbol nacido hace miles de años, y que se pueda ignorar una cosa tan íntima, cotidiana, inmediata, como cúal es el sorbo de mate que una garganta que se usa hace setenta años hallaría satisfactorio del todo: ¿qué es más asombroso? Pero en materia de conocimiento es una vacuidad hablar de asombros de que algo sucede o se niegue a suceder. Porque, ¿qué derecho tenemos a haber supuesto en un caso dado que algo era más difícil de acontecer y ser sabido, de acontecer y ser ignorado. que otro algo?
Lo mismo se puede morir de esto que de cáncer. Pero perdería ostentosidad la medicina si tuviera que decir en el certificado de fallecimiento que la persona ha muerto porque proyectaba mal sobre el fondo de la garganta el sorbo del mate amargo que usaba todas las mañanas.
Soliloquio Literario (Textos Selectos, Macedonio Fernández, página 285, editorial Corregidor, ISBN: 978-950-05-1181-0)
Creer menos. Hay que crear un fanatismo del no creer; el pueblo ya lo tiene en una desconfianza total de políticos, burócratas, periodistas, universitarios, catedráticos, oradores eclesiásticos. (Los jóvenes burgueses o ricos o estudiantes, gente libresca, son más fácilmente crédulos).
El Evangelio del No-Creer (Textos Selectos, Macedonio Fernández, página 285, editorial Corregidor, ISBN: 978-950-05-1181-0)
Y dice, lo primero, el Sabio, que no es tal bien para los jóvenes enseñarles a Creer y Respetar, sino en cambio a Conocer y Amar, no debiendo sin ello creer y respetar, sin motivo y sentimiento, lo que no conocen ni aman. Y amamos lo que nos fue bueno y conocemos lo que prolijamente examinamos; y el examen debe partir de la denegación: «no creo, no me consta»; nada de creencias gratis; particularmente los jóvenes cuidarse de los ya desjóvenes y endurecidos: no regalar credulidad.
El Evangelio del No-Creer (Textos Selectos, Macedonio Fernández, página 283, editorial Corregidor, ISBN: 978-950-05-1181-0)
Estela – Textos Selectos
Las cosas que no se pueden explicar a una persona de inteligencia normal y que ya ha concluido o está próxima a concluir el período de su crecimiento físico en una hora de honesta y simpática conversación, son sólo aquellas que el enseñante nunca ha comprendido y acerca de las cuales, por tanto, no lograría hacerse entender en años.
Estela (Textos Selectos, Macedonio Fernández, página 176, editorial Corregidor, ISBN: 978-950-05-1181-0)
Mujeres entre flores
-Pero ¿aman los hombres? ¿Es posible que amen con ese afán infantil de vivir que los domina, con esa cara de miedo de morir que es el rasgo repulsivo en la expresión del varón? NO detengais un momento la mirada, la simpatía en rostro de hombre que exprese esa severidad a la vida, ese horror de cesar de existir, ese embebecimiento on todos los juguetes y modos minúsculos de la vida. Cuando pienso que puede aparecérseme el amor, la apariencia del amor, en un hombre fuerte, noble, desaposionado, y que es verdad no tiene más pasión que la de sostenerse vivo el mayor número de semanas posible y ocuparlas en llenar la vida de alambres, locomotoras, conciertos sinfónicos, sueros, poemas huecos de lloriqueo o de bravuras tontas, estatuas estúpidas de otros hombres con su ridícula vestimenta en mármol, bibliotecas con millares de libros en que se simula saber o se simula expresar, con extensas argumentaciones sobre los orígenes, el tiempo, el espacio, la causa, o con extensas novelas y dramas en que todo lo falsean y desfiguran… casi no espero el amor. En lo íntimo, la aspiración de todo varón es ser un longevo. Su conversación eterna es de cúanto ha vivido y cúanto puede vivir todavía. Que el hombre que me llegue a hablar de amor tenga esa mirada de hambre y felicidad de vivir, de sumar días, ¡qué horrible me sería! ¡Cómo brillan los ojos de los hombres! Temo a veces que todo ese brillo no es más que para el afán de vivir. Procuro no mirarles los ojos.
Mujeres entre flores (Macedonio Fernández, página 161, editorial Corregidor, ISBN: 978-950-05-1181-0)
El neceser de la ociosidad
Me gusta lo difícil; nada más difícil que el ocio; me gusta el ocio. Pero estoy despectivamente sospechado de trabajar, o al menos de ejecutar un ocio perezosamente ensayado. Hay que serlo y parecerlo; sólo se cree en el del rico, porque se ve su abrumador utilaje, el peso de su complicado y enrevesado palacio, donde el obtener un vaso de agua requiere el zapateo atropellado de cuatro escaleras, dos ascensores, tres campanillas triples, una airada reprimenda del mayordomo a tres mucamos y de la señora al mayordomo.
El desocupado se quejó de exceso de horario, pero antes lo había hecho el rico pensando en el obligado Mar del Plata, el viaje a Europa, los conferencistas, el tedio del largo abono al Colón, el hospedaje al príncipe, la confección de gauchos para la exhibición de la estancia, las menudas interminables «cuentas» del administrador.
Para que mi ocio sea creído, no viéndoseme en las fatigas del rico pues al pobre nadie se toma el trabajo de creerle su ocio-daré pronto un gran volumen que tiene ya nacido el Título (el mejor título, el esperado, es decir el de prometer libro) y algo del cuerpo; tengo ya clientela hecha para mis promesas de obras, no sólo porque las cumplo con volver a prometerlas sino porque no las cumplo de otro modo y mi descansada clientela sólo en mí halló este descanso, y no se me va. Se estudiará en él: «El utilaje del desocupado», «El neceser del escruchante», «Dónde está y dónde no está el Ocio», «Dónde no ver trabajar», «El maniquí para homicidios», «La corbata del ahorcado».
Con estos datos ya se ve que puédese anunciar con confianza mis estudios; no fallará su incumplimiento.
El neceser de la ociosidad (Macedonio Fernández, página 127, editorial Corregidor, ISBN: 978-950-05-1181-0)
¿Maradona o Messi?
¿Maradona o Messi? Maradona.
¿Por qué? Porque es como preguntar, ¿madre o mujer?, ¿primer o último amor?, ¿rayuela o video juego?, ¿potrero o sintético?
Maradona fue, antes que Messi sea. Sé es Niño por única vez, como Virgen, como Inocente, como Analfabeto, como Fiel, como Ignorante, como Muerto (entonces se es Feliz sólo cuando Ignorante y cuando Muerto).
En literatura puede ser diferente, lo escrito es inmortal (de alguna manera atemporal). El azar o la curiosidad del lector permite descubrir primero a Messi que a Maradona. La pregunta parece más fácil en este arte. ¿Borges o quién? ¿Borges o nadie? Es mi texto, no va a quedar sin respuesta. ¡Es Borges!
El ídolo es singular, único, el primero; sino nunca lo fue. Sí fue Maradona, no puede ser nadie más. La pregunta no puede ser ¿Maradona o Messi?, podrá ser Messi y alguien más. La pregunta debería ser: ¿Maradona o Messi?, según Alguien.
El Nono
Carolina del Norte
Diciembre 2013
El Entierro Prematuro
Hay momentos en que, incluso para el sereno ojo de la razón, el mundo de nuestra triste humanidad puede parecer el infierno, pero la imaginación del hombre no es Caratis para explorar con impunidad todas sus cavernas. ¡Ay!, la torva legión de los terrores sepulcrales no se puede considerar como completamente imaginaria, pero los demonios, en cuya compañía Afrasiab hizo su viaje por el Oxus, tienen que dormir o nos devorarán…, hay que permitirles que duerman, o pereceremos.
El Entierro Prematuro (Edgar Allan Poe, página 51, editorial planeta, ISBN: 978-987-07-1661-7)
La Máscara de la Muerte Roja
Hay fibras en el corazón del más temerario que no pueden tocarse sin emoción. Aun para los irremediablemente perdidos, para quienes vida y muerte son igualmente bromas, hay asuntos sobre los que no puede hacerse ninguna broma.
La Máscara de la Muerte Roja (Edgar Allan Poe, página 32, editorial planeta, ISBN: 978-987-07-1661-7)
La Carta Robada
Un novato tratará de vencer haciéndole buscar a sus adversarios los nombres escritos con las letras más pequeñas; pero el jugador experto escogerá las palabras que con grandes caracteres, suelen atravesar el mapa. Así sucede con los anuncios y carteles que en las calles tienen letras enormes, y que escapan a nuestra observación por ser precisamente muy notables. La inadvertencia física del ojo es similar a la percepción mental, por lo que a menudo, al intelecto le pasan desapercibidas consideraciones demasiado evidentes. Este concepto parece ajeno a la comprensión del prefecto. Jamás se le ocurrió que el ministro hubiese dejado la carta expuesta a las naríces de todo el mundo, precisamente para impedir que le vieran.