Aunque mis circustancias se presenten como singulares y extrañas, son los extremos de un dilema tan viejo y común como el mismo hombre. Tentaciones y dudas semejantes rigen los destinos de cada pecador tentado y temeroso hasta su muerte. Y a mi me ocurrió lo que le suele ocurrir a la inmensa mayoría de mis semejantes: que elegí el bien y no me hallé con fuerzas para llevarlo a cabo.
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