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Silencio

«Lo único que no se puede plagiar es el silencio.»

Pierre Menard.

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El librito del Poeta – Rodrigo Patané, el poeta en Motocicleta

Nos vamos a extrañar

Rodrigo Patané, el poeta en Motocicleta (Nos vamos a extrañar)

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Me iré

Me iré a buscar ese otro
que está allá,
cruzando el tiempo.

Me iré con el viento,
con la lluvia,
con los árboles,
con los ojos inocentes.

Me iré para volver
a donde estaba,
me iré para volver
a empezar a irme.

Me iré con las manos vacías
y con todo el mundo en el cuerpo.
Me iré a curar de mi.

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Desde donde vengo

Desde donde vengo hay olor a lluvia sobre el pasto.
Olor a cielo limpio. Olor a magnolias y a jazmines.

Desde donde vengo hay olor a ladrillos pobres.
Olor a romero y olor a cedrón.

Desde donde vengo hay olor a lavanda y a mandarina.
Olor a durazno y olor a pelón.

Desde donde vengo se pueden oler todos los colores del cielo entrándote por los ojos.
Desde donde vengo es hacia donde voy.

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Poética

Quizá (siguiendo al Estagirita),
si la catarsis es desahogo
y la mímesis una especie de imitación,
sean los besos sin sentimiento
tan solo labios sin pasión,
y la claridad de las ideas
bóveda de las demoras de la razón,
y el desahogo de la semilla
toda la expresión de la flor.

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El sur

Por fin mis ojos ciegos dejan de ver
y la gota que cae en la clepsidra,
cae para siempre.

Por fin el tiempo se vuelve tiempo
y el laberinto se desvanece.

Ya no hay soledad ni tinieblas ni libros.
Ahora soy esa palabra ejecutada hace tiempo,
esa palabra que por fin me hace infinito.

Ahora soy el fue y el será y el es cansado de Quevedo.

Soy ese tigre y todos los tigres,
y Macedonio Fernández y Cansinos Assens.
Y el espejo inútil.

Por fin, soy esa espada de silencio que me va callando.

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La Felicidad

Buscada como néctar que embriaga,

seductora cual canto de sirena,

cualquier brío por tenerte apena,

es torpe como el Golem de Praga.

Tu esencia racional es tan vaga

que depresivos suicidas en pena,

hartos de tu malévola condena,

te ofrendaron su vida aciaga.

Suelen hallarte como simple cosa:

en crepúsculos frescos de neblinas,

en mimos de una madre amorosa.

Te dejas tocar en dosis mezquinas,

eres emocional y caprichosa

para irrumpir, sonetos en ruinas.

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Probé seducirla,

probé cuidarla,

probé ignorarla,

probé odiarla,

probé enojarme,

probé alejarme,

probé olvidarla;

pero la angustia perdura.

Pesado por las lágrimas,

naufrago sin norte en un mar monótono,

esperando una tempestad o al Tiempo.

Probaré amarla o probaré la Nada.

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Alguien

Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad
que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.

Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación
de ser un desdichado,
pero humildemente recibe
esa felicidad, esa ráfaga.

Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.

Jorge Luis Borges (1964, El otro, el mismo, Obras Completas 7, pagina 200, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3497-4)
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A quien está leyéndome

Eres invulnerable. ¿No te han dado
los números que rigen tu destino
certidumbre de polvo? ¿No es acaso
tu irreversible tiempo el de aquel río

en cuyo espejo Heráclito vio el símbolo
de su fugacidad? Te espera el mármol
que no leerás. En él ya están escritos
la fecha, la ciudad y el epitafio.

Sueños del tiempo son también los otros,
no firme bronce ni acendrado oro;
el universo es, como tú, Proteo.

Sombra, irás a la sombra que te aguarda
fatal en el confín de tu jornada;
piensa que de algún modo ya estás muerto.

Jorge Luis Borges (1964, El otro, el mismo, Obras Completas 7, pagina 200, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3497-4)
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La Noche Cíclica

En edades futuras oprimirá el centauro
Con el casco solípedo el pecho del lapita;
Cuando Roma sea polvo, gemirá en la infinita
Noche de su palacio fétido el minotauro.

Volverá toda noche de insomnio: minuciosa.
La mano que esto escribe renacerá del mismo
Vientre. Férreos ejércitos construirán el abismo.
(David Hume de Edimburgo dijo la misma cosa.)

No sé si volveremos en un ciclo segundo
Como vuelven las cifras de una fracción periódica;
Pero sé que una oscura rotación pitagórica
Noche a noche me deja en un lugar del mundo.

Que es de los arrabales. Una esquina remota
Que puede ser del norte, del sur o del oeste,
Pero que tiene siempre una tapia celeste,
Una higuera sombría y una vereda rota.

Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres
Trae el amor o el oro, a mí apenas me deja
Esta rosa apagada, esta vana madeja
pe calles que repiten los pretéritos nombres

De mi sangre: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez…
Noiñbres en que retumban (ya secretas) las dianas,
Las repúblicas, los caballos y las mañanas,
Las felices victorias, las muertes militares.

Las plazas agravadas por la noche sin dueño
Son los patios profundos de un árido palacio
Y las calles unánimes que engendran el espacio
Son corredores de vago miedo y de sueño.

Vuelve la noche cóncava que descifró Anaxágoras;
Vuelve a mi carne humana la eternidad constante
Y el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:
«Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras…»

Jorge Luis Borges (1964, El otro, el mismo, Obras Completas 7, páginas 127-128, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3497-4)
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Two English Poems

I offer you lean streets, desperate sunsets, the
moon of the jagged suburbs.
I offer you the bitterness of a man who has looked
long and long at the lonely moon.
I offer you my ancestors, my dead men, the ghosts
that living men have honoured in bronze:
my father’s father killed in the frontier of
Buenos Aires, two bullets through his lungs,
bearded and dead, wrapped by his soldiers in
the hide of a cow; my mother’s grandfather
–just twentyfour– heading a charge of
three hundred men in Peru, now ghosts on
vanished horses.
I offer you whatever insight my books may hold,
whatever manliness or humour my life.
I offer you the loyalty of a man who has never
been loyal.
I offer you that kernel of myself that I have saved,
somehow –the central heart that deals not
in words, traffics not with dreams, and is
untouched by time, by joy, by adversities.
I offer you the memory of a yellow rose seen at
sunset, years before you were born.
I offer you explanations of yourself, theories about
yourself, authentic and surprising news of
yourself.
I can give you my loneliness, my darkness, the
hunger of my heart; I am trying to bribe you
with uncertainty, with danger, with defeat.

Jorge Luis Borges (1964, El otro, el mismo, Obras Completas 7, páginas 125-126, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3497-4)
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¿Una idea es del primero que la concibió o de todos los que la imaginaron sin saber de la existencia de ella?

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Jactancia de Quietud

Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que meteoros

La alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo.

Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera entenderlos.

Su día es ávido como el lazo en el aire.

Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer.

Hablan de humanidad.

Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria.

Hablan de patria.

Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada,

la oración evidente del sauzal en los atardeceres.

El tiempo está viviéndome.

Más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantada codicia.

Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana.

Mi nombre es alguien y cualquiera.

Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar.


Jorge Luis Borges (1925, Luna de enfrente, Obras Completas I, página 212, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3489-9)
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Textos encontrados de orbistertius (2)

Lectura en su justa medida:

1 Hermann Hesse.
1 Jorge L. Borges.
1 Octavio Paz.
1 Julio Cortázar.
1 Alejandra Pizarnik.
1 Alejandro Dolina.
3 Jack Daniel’s.