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Historia del tango (Evaristo Carriego, capítulo XI)

Nuestro pasado militar es copioso, pero lo indiscutible es que el argentino, en trance de pensarse valiente, no se identifica con él (pese a la preferencia que en las escuelas se da al estudio de la historia) sino con las vastas figuras genéricas del gaucho y del compadre. Si no me engaño, este rasgo instintivo y paradójico tiene su explicación. El argentino hallaría su símbolo en el gaucho y no en el militar, porque el valor cifrado en que aquél por las tradiciones orales no está al servicio de una causa y es puro. El gaucho y el compadre son imaginados como rebeldes; el argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción(1); lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano. Aforismos como el de Hegel «El Estado es la realidad de la idea moral» le parecen bromas siniestras.
(1) El Estado es impersonal: el argentino sólo concibe una relación personal. Por eso, para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo un hecho, no lo justifico o disculpo.

Jorge Luis Borges (1930, Historia del tango – Evaristo Carriego (capítulo XI), Obras Completas III, página 137, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3492-9)
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El truco (Evaristo Carriego, capítulo IV)

La habitualidad del truco es mentir. La manera de su engaño no es la del póker: mera desanimación o desabrimiento de no fluctuar, y de poner a riesgo un alto de fichas cada tantas jugadas; es acción de voz mentirosa, de rostro que se juzga semblanteado y que se defiende, de tramposa y desatinada palabrería. Una potenciación del engaño ocurre en el truco: ese jugador rezongón que ha tirado sus cartas sobre la mesa, puede ser ocultador de un buen juego (astucia elemental) o tal vez nos está mintiendo con la verdad para que descreamos de ella (astucia al cuadrado). Cómodo en el tiempo y conversador está el juego criollo, pero su cachaza es de picardía. Es una superposición de caretas, y su espíritu es el de los baratijeros Mosche y Daniel que en mitad de la gran llanura de Rusia se saludaron.

— ¿Adonde vas, Daniel? –dijo el uno.

—A Sebastopol –dijo el otro.

Entonces, Mosche lo miró fijo y dictaminó:

—Mientes, Daniel. Me respondes que vas a Sebastopol para que yo piense que vas a Nijni-Novgórod, pero lo cierto es que vas realmente a Sebastopol. ¡Mientes, Daniel!

Jorge Luis Borges (1930, El truco – Evaristo Carriego (capítulo IV), Obras Completas III, página 110, Editorial Sudamericana: ISBN 978-950-07-3492-9)
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Kindle, Jorge Luis te hubiese llamado «el libro de arena»

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¿Una idea es del primero que la concibió o de todos los que la imaginaron sin saber de la existencia de ella?

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El ser humano tiene la extraña costumbre de abandonar aquello que lo hace feliz.

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¿Cuánto de la importancia de un regalo proviene del objeto y cuánto del que lo regala?

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Sé simple. Siempre hay una manera más fácil de hacer lo difícil.

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Lo que no se puede medir no se puede mejorar.

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La corona de berilos – Las aventuras de Sherlock Holmes

Una vieja máxima mía dice que, cuando has eliminado lo imposible, lo que queda, por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad.

Arthur Conan Doyle (1892, La corona de berilos – Las aventuras de Sherlock Holmes, versión libro electrónico, ubicación 16707)
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El aristócrata solterón – Las aventuras de Sherlock Holmes

-Sí, desde luego, mi correspondencia tiene el encanto de la variedad -respondió él, sonriendo-. Y, por lo general, las más humildes son las más interesantes. Ésta parece una de esas molestas convocatorias sociales que le obligan a uno a aburrirse o a mentir.

Arthur Conan Doyle (1892, El aristócrata solterón – Las aventuras de Sherlock Holmes, versión libro electrónico, ubicación 15810)
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La Liga de los Pelirrojos – Las aventuras de Sherlock Holmes

-Lo ha razonado todo maravillosamente -exclamé sin disimular mi admiración-. Una cadena tan larga y, sin embargo, cada uno de sus eslabones suena a verdad.
-Me salvó del aburrimiento -respondió, bostezando-. ¡Ay, ya lo siento abatirse de nuevo sobre mí! Mi vida se consume en un prolongado esfuerzo por escapar de las vulgaridades de la existencia. Estos pequeños problemas me ayudan a conseguirlo.

Arthur Conan Doyle (1892, La Liga de los Pelirrojos- Las aventuras de Sherlock Holmes, versión libro electrónico, ubicación 12761)
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Escándalo en Bohemia – Las aventuras de Sherlock Holmes

Es un error capital teorizar antes de tener datos. Sin darse cuenta, uno empieza a deformar los hechos para que se ajusten a las teorías, en lugar de ajustar las teorías a los hechos.

Arthur Conan Doyle (1892, Escándalo en Bohemia – Las aventuras de Sherlock Holmes, versión libro electrónico, ubicación 11878)
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Extrañamiento

El extrañamiento es un sentimiento egoísta, se extraña menos al prójimo que al bienestar que él provoca.

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El idioma de los argentinos

Elijamos el problema conversadísimo de si el nombre sustantivo debe posponerse al nombre adjetivo (como en los idiomas germánicos) o el adjetivo al sustantivo, como en el español. En Inglaterra dicen obligatoriamente a «brown horse», un colorado caballo; nosotros, obligatoriamente también, posponemos el adjetivo. Herbert Spencer mantiene que la costumbre sintáctica del inglés es más servicial y la justifica así: Basta escuchar la voz «caballo» para imaginarlo y así después nos dicen que es colorado, esta añadidura no siempre se avendrá con la imagen de él que ya prefiguramos o tendimos a preformar. Es decir, deberemos corregir una imagen: tarea que la anteposición del adjetivo hace desaparecer.»Colorado» es noción abstracta y se limita a preparar la conciencia.

Los contrarios pueden argumentar que las nociones de caballo y de colorado son parejamente concretas o parejamente abstractas para el espíritu. La verdad, sin embargo, es que la controversia es absurda: los símbolos amalgamados «caballo-colorado» y «brown-horse» ya son unidades de pensamiento.

¿Cuántas unidades de pensamiento incluye el lenguaje? Esta pregunta carece de posibilidad de contestación. Para el jugador, son unidades las locuciones ajedrecísticas «tomar al paso, enroquelargo, gambito de dama, peón cuatro rey, caballo rey tres alfil»; para el principiante, son verdaderasoraciones de intelección gradual.

El inventario de todas las unidades representativas es imposible; su ordenación o clasificación lo es también.

Jorge Luis Borges (1928, El idioma de los argentinos, páginas 140-141, Sudamericana: ISBN 978-950-07-3491-2)
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La resistencia

Miles de hombres se desviven trabajando,cuando pueden, acumulando amarguras y desilusiones, logrando apenas sostenerse un día más en la precaria situación mientras casi no hay individuo que tras su paso por el poder no haya cambiado, en apenas meses, un modesto departamentito por una lujosa mansión con entrada para fabulosos autos. ¿Cómo no les llega la vergüenza?

Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa.Los hombres necesitan que nuestra voz se sume a sus reclamos. Detesto la resignación que pregonan los conformistas ya que no es suyo el sacrificio, ni el de su familia. Con pavor he pensado en la posibilidad de que, como esas virulentas enfermedades de los siglos pasados, la impunidad y la corrupción lleguen a instalarse en la sociedad como parte de una realidad a la que nos debamos acostumbrar. ¿Cómo hemos llegado a esta degeneración de los valores en la vida social? Cuando fuimos niños aprendimos el comportamiento viendo a los hombres que simplemente cumplían con el deber —una expresión hoy en desuso— esperando recibir una recompensa digna por su trabajo, pero que nunca hubieran aceptado ningún soborno. Eran personas con dignidad: no se hubieran metido en el bolsillo lo que no les correspondiera, ni hubieran aceptado sobornos ni bajezas semejantes.

Quienes se quedan con los sueldos de los maestros, quienes roban a las mutuales o se ponenen el bolsillo el dinero de las licitaciones no pueden ser saludados. No debemos ser asesores de la corrupción. No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejantes y tratarlos como señores delante de los niños. ¡Ésta es la gran obscenidad! ¿Cómo vamos a poder educar si en esta confusión ya no se sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal? Dirán que exagero, pero ¿acaso no es un crimen que a millones de personas en la pobreza se les quite lo poco que les corresponde? ¿Cuántos escándalos hemos presenciado, y todo sigue igual, y nadie —con dinero— va preso? La gente sabe que se miente pero parece una ola de tal magnitud que no se la puede impedir. Esto hace sentir impotente a la gente y finalmente produce violencia, ¿hasta dóndevamos a llegar?

Ernesto Sabato (La resistencia, páginas 103-106, Planeta: ISBN 978-950-731-690-6)